La primera terapia que aprendí fue quiromasaje y reflexología.
El quiromasaje me ayudó a conectar con la parte física de la persona, pero va mucho más allá que músculos y piel. En la musculatura guardamos memoria emocional, en las fascias concretamente. Cuando masajeamos, por ejemplo, la espalda de la persona, estamos trabajando no solo sus contracturas y tensiones, sino también sus emociones enquistadas ahí, por eso hay que hacerlo con consciencia y respeto.
“Yo me lo tiro todo a la espalda” es literal. La raíz del chacra está en la espalda, por delante solo tenemos la puerta, y cuando la emoción lleva tiempo con nosotros y ha entrado en la fase de normalización, ya está en nuestra espalda y comienzan los dolores.
Trabajar de forma holística: mente, cuerpo y alma, es el acto de sanar. Masajear es el acto de curar… Existe una gran diferencia.
“Nuestra alma habla a través de nuestro cuerpo, escúchala”